Blogs,  De Natura Deorum,  Filosofía

El culto a Cibeles, de Frigia a Roma

Orígenes

Reverso moneda con la representación de la piedra negra (Kubele) sobre el altar de Pesinunte, el santuario primitivo de Cibeles en Frigia (Anatolia). Fuente: «Un novicio danzante de Attis y Cibeles en el supremo acto de emasculación en honor de la Magna Mater, otras piezas más y algunas notas sobre Santa Eulalia de Bóveda», de A. Martínez Erias.

Cibeles era una divinidad principal frigia, adorada como la gran diosa madre en toda Anatolia desde el Neolítico y siendo extendido su culto a lo largo de todo el Mediterráneo bajo diversas adscripciones. Su nombre en griego era Kybélé que procede del término Kubele, referido al gran betilo negro (o piedra sagrada) de origen celeste, caído en el monte Dindymon de Pesinunte, una de las ciudades frigias más destacadas. Diosa de la naturaleza salvaje, de los animales, de las montañas, de las murallas y fortalezas y de la fertilidad; por sus características, rápidamente se pudo asociar con divinidades femeninas agrícolas, de carácter ctónico o escatológico. Así mismo se vinculó con el culto a Attis, quien según la mitología era su hijo, su amante o sirviente eunuco y conductor de su carroza, y cuyo origen se encuentra en Anatolia. Precisamente, por las cualidades y advocaciones relativas a las dos divinidades, no resulta extraño que se vincularan con los cultos mistéricos. De esta manera, dadas las características teológicas de la divinidad frigia, su pasado se puede rastrear hasta un periodo histórico remoto y relacionado con las primeras comunidades humanas.

La divinidad pasará a Grecia, donde será helenizada y sincretizada con Deméter o con Damia (uno de los nombres que también recibió), para, posteriormente, finalizar su recorrido en Roma, donde alcanzará gran importancia como Magna Mater. Esta concepción de Gran Madre o Ideae Mater, es decir Madre del Ida (relacionado con el monte frigio o el cretense homónimo), demuestra estas vinculaciones arcaicas relativas a todas aquellas diosas mediterráneas y próximo orientales, que estaban en plena conexión con los elementos más básicos de las sociedades primitivas como la tierra, la agricultura o la fertilidad.

El mito y el culto de Cibeles

Las conexiones universales se relacionan con el mito, el cual parte del espacio geográfico que ocuparía Cibeles. La leyenda es conocida gracias a Dionisio de Halicarnaso (I, 61) quien nos habla de Ideo, hijo de Dárdano, quien se instaló en una montaña que recibió su nombre (Ida) y erigió un templo a la madre de los dioses con ritos y ceremonias religiosas en su honor, los cuales se expandieron a lo largo de toda Frigia. Con la expansión del culto a lo largo de toda Grecia, a partir del s. VI a. C. principalmente, se produjo la asimilación y, por ende, creación del mito desde una perspectiva helenística.

Detalle de un relieve donde se representa la muerte de Attis. Glanum, St. Rémy, Francia. Fuente: Jim Moyers. jimmoyers.com/articles/attis-.html

La continuación mitológica de Cibeles la conocemos por autores como Heródoto, Timoteo de Eleusis, Pausanias, Ovidio, Estrabón o Pausanias, quienes presentan variaciones en la historia. No obstante, la base parte de la existencia de la criatura o daemon hermafrodita Agdistis, a quien los dioses castigan cortándole sus órganos masculinos de los cuales nace un almendro y de cuyos frutos maduros Cibeles quedará embarazada, al comerlos o ponerlos sobre su regazo. Tiempo después nacerá un niño, Attis, el cual es abandonado, y que con el tiempo se convierte en un hermoso joven, el cual enamora a la diosa ajena a su relación materno-filial. Pero Attis se encontraba comprometido con la hija del rey Midas de Pesinunte, lo que enfurece a Cibeles al enterarse. La diosa aparece durante la boda y provoca entre los presentes tal estado de locura que lleva a que se castren, incluidos el rey y Attis. Debido a ello, Attis, quien huye del lugar de la boda para realizar tal acción, moriría desangrado y fruto de la sangre que derrama surge un hermoso pino divinizado. Así mismo, Cibeles, rota por el dolor tras la pérdida de Attis, decide cortarse los pechos y de su sangre surgirán violetas.

Otra variedad del mito presenta a Agdistis como Cibeles, siendo Nana, hija del dios río Sangarios, la madre de Attis. En otra interpretación, Attis muere por las heridas de un jabalí y de su sangre también surge un pino. Por este motivo, el jabalí o el cerdo era un animal impuro para algunos creyentes de la divinidad, quienes evitaban consumirlo, como sucede con los galos que habitaban en Pesinunte; si bien, parece ser una explicación a posteriori de los hábitos alimenticios de los seguidores del culto. Respecto a la emasculación, esta sirve para explicar el acto realizado por los sacerdotes del culto, quienes eran eunucos y conocidos como coribantes o galli (galos) en Roma.

La continuidad del mito muestra la magnanimidad de Zeus con Cibeles, ya que permite resucitar al joven, aunque solo podría mover el dedo meñique y que le creciese el pelo, sin moverse de su tumba en Pesinunte. Además, Arnobio de Sicca compara el enterramiento del miembro viril de Attis y la emasculación con el crecimiento del trigo y la siega, lo que explicaría la alegoría con los cultos agrarios. De este modo, Attis representa la primavera que muere para resucitar.

La importancia vinculada a la tierra

Relieve de un Archigallo, sacerdote supremo castrado de la diosa, realizando una ofrenda a Cibeles/Magna Mater. En la imagen también hay espacio para la adoración a Attis, a quien honran por su muerte y resurrección, con vínculos directos con la agricultura. Las ceremonias para los iniciados de Attis y Magna Mater/Cibeles presentaban un sacrificio de un toro y el bautismo con la sangre del mismo. Con la muerte de Attis y su renacimiento, los seguidores celebraban la resurrección y fertilidad gracias a la Magna Mater. Los vínculos ctónicos, telúricos y agrícolas son encerrados en todo el proceso. Fuente: Relieve presente en Ostia Antica, Italia. Fotografía de bstorax, themultidisciplinarian.com/

El componente agrícola se encuentra en total relación por la asimilación de Cibeles con Deméter en el mundo helenístico. La diosa griega de la agricultura era también protectora de los cereales y símbolo de la fecundidad, como en el ámbito latino es Ceres. Era la hija de Cronos y Rea, madre de Perséfone y también vinculada a Cibeles, que fue raptada por Hades y devuelta junto a su madre durante la primavera. Por consiguiente, la conexión cultual es clara. Además, según el himno homérico, a Deméter se la relaciona con la institución de los misterios de Eleusis; así como en el propio mito de Cibeles y Attis, Dionisio es quien se encargará de castrar a Agdistis/Cibeles, lo que demuestra la importancia mistérica de la diosa frigia.

De modo que el culto constó de grandes celebraciones en primavera, así como Attis y su nacimiento relacionado con el equinoccio, junto a fiestas orgiásticas, celebraciones con música, bailes rituales que podían incluir cortes en la piel para salpicar con la sangre mientras se realizaban giros y rituales mistéricos. Estos últimos tienen sentido al presentar una teatralidad exclusiva para los adeptos, con el fin de pasar, a través de apariciones terroríficas y truculentas, de un ánimo angustioso (tinieblas) a una alegría (luz). Por estas razones, los rituales entraban en ese proceso iniciático que dotaba de exclusividad a los seguidores y les hacía partícipes directos de los ritos, junto a promesas de protección, felicidad y una vida eterna. Esto demuestra el éxito y expansión que tuvieron Cibeles y otras deidades frigias como Sabacio o Mitra.

Desarrollo en Roma

Precisamente su éxito llegó a Roma, donde según relata Tito Livio, una profecía de los Libros Sibilinos es interpretada por el oráculo de Delfos en el 204 a. C., como la necesidad de traer a la divinidad si se quería acabar con la invasión púnica liderada por Aníbal. Finalmente, se solicitó al rey de Pérgamo el traslado marítimo del meteorito sagrado de Pesinunte a Roma. En un primer momento se estableció en el templo de la Victoria, para posteriormente, tener su propio recinto sagrado en el 191 a. C. Según la leyenda, un año después de la entrada de la divinidad, Aníbal y sus tropas abandonaron Roma, lo que provocó el establecimiento de unos juegos anuales en honor a la diosa (ludi Megalenses) y que incluían una procesión con la estatua de Cibeles, acompañada de música y danza. Así mismo, se adaptó la adoración al betilo frigio con la creación de una escultura antropomorfa más agradable al gusto y sensibilidad religiosa romana, aunque ya hubo adaptaciones de la diosa en el helenismo y otras sociedades.

Estela donde se representa la llegada en barca de Cibeles desde Pesinunte a Roma. Museo Antiquarium Ostiense. Fuente: «Un novicio danzante de Attis y Cibeles en el supremo acto de emasculación en honor de la Magna Mater, otras piezas más y algunas notas sobre Santa Eulalia de Bóveda».

Durante la República, Cibeles gozó de cierto éxito pese a ser un culto extraño según el modo romano, cuyos ciudadanos no participaban del sacerdocio y sus rituales, aunque sí del festival. Poco a poco su importancia se vio debilitada, hasta el desarrollo imperial, donde paulatinamente recuperó su influjo, sobre todo en época de Claudio, momento del levantamiento de las restricciones.

La evolución se completará con su adscripción a algunas divinidades femeninas y agrícolas como Ceres o Tellus. A nivel iconográfico, la diosa se representará sentada con grandes ropajes, una corona mural (adaptada en el periodo imperial) y flanqueada por dos leones. Este último aspecto basado en el mito de Hipómenes/Melanión y Atalanta, narrado por Ovidio en Las Metamorfosis, donde la pareja compite en una carrera por la mano de Atalanta. Hipómenes dejará caer unas manzanas de oro que llamarán la atención de Atalanta, lo que provoca la victoria de Hipómenes. Ambos, como amantes, consuman su amor en un recinto sagrado de Cibeles, provocando la ira de la diosa. Esta les convierte en leones que deberán tirar eternamente de su carro sin poder mirarse.

Ante lo explicado, vemos cómo Cibeles parte de un pasado agrícola remoto hasta convertirse en una divinidad femenina consolidada con atributos reconocibles, de modo que se puede entender su evolución teológica, iconográfica e histórica como un ejemplo de la producida en todo el Mediterráneo por la Gran Madre en diversas culturas.

Javier Solís Montero

 

Para leer más:

ERIAS MARTÍNEZ, A. (2015). «Un novicio danzante de Attis y Cibeles en el supremo acto de emasculación en honor de la Magna Mater, otras piezas más y algunas notas sobre Santa Eulalia de Bóveda». En: Anuario Brigantino, n.º 38: 125-150.

Redacción
Author: Redacción

¿Qué te parece el tema que hemos abordado? ¡Déjanos un comentario!

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Hazte socio de El Café de la Lluvia