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La decadencia punk de Roma

“La historia de los imperios es la historia de la miseria humana”, Edward Gibbon (Ensayo sobre el estudio de la literatura, 1761, p. 1).

No muchas estrellas del rock han escrito una reseña bibliográfica en una revista de filología clásica. Iggy Pop sí lo ha hecho. En 1995 la revista Classics Ireland publicó una recensión suya sobre el libro Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, del británico Edward Gibbon. No se trata de un análisis académico, ni lo pretende. Es algo mucho más valioso, el testimonio de la experiencia personal de su lectura.

 Thomas Cole - Iggy Pop - Roma
Destruction,  de Thomas Cole (1836)

Desde luego eligió bien, aunque fuese por azar. La monumental Historia de Gibbon, editada en seis tomos entre 1776 y 1789, es una demostración apabullante de erudición y dominio literario. Sin duda, constituye uno de los libros de historia más influyentes de cuantos se han escrito. Lleva siendo estudiado, traducido y reeditado constantemente durante 250 años. Es cierto que su teoría sobre los motivos del fin del Imperio romano está hoy obsoleta, pero eso es lo de menos. Por encima de todo es una reflexión aguda e irónica sobre el comportamiento de los individuos y las sociedades, sobre las virtudes, la libertad y la corrupción. Además, supone un análisis crítico de su época, acerca de la degradación del propio Imperio británico que en esos años se enfrentaba a la Guerra de Independencia norteamericana. Se inspiró en pensadores griegos y latinos, pero esta obra es ante todo un resultado de la Ilustración: una revisión crítica, laica, escéptica y racional del pasado.



Pero Iggy Pop no cuenta nada de esto en su reseña. Cuenta que, durante una gira en 1982, compró una versión abreviada de ese libro por casualidad (le atrajo el retrato de Gibbon en la portada), y que lo leyó en la habitación de un hotel barato, a las 4 de la madrugada, deprimido, drogado y borracho. Y que le impresionó profundamente.

Iggy Pop - Roma Por aquel entonces hizo un paréntesis para desintoxicarse. Ya entonces se prefiguraba como la leyenda de la música que es. Considerado uno de los padres del punk-rock, llevaba desde finales de los 60 experimentando con distintos estilos, viviendo grandes altibajos artísticos y personales. Cuando publicó aquella reseña en 1995, acababa de sacar a la luz el disco American Caesar (Virgin Records, 1993), considerado uno de sus trabajos más sólidos e innovadores y, en general, una obra esencial del rock de los 90; y en ese LP está escondido Gibbon.

Cuenta en su artículo que la idea del disco surgió a partir de un monólogo improvisado que grabó en su casa de forma espontánea. Él estaba pensando en la sociedad americana del momento, en la cultura de las grandes fortunas y las estrellas mediáticas (“los Schwartzkopfs, Schwartzeneggers y Sheratons”). Pero la improvisación que grabó trataba sobre el fin de Roma. Inconscientemente, emergieron esas ideas que le habían fascinado al leer aquel libro once años antes; estaba pensando en decadencia americana y recordó la decadencia romana de Gibbon.

“Cuando lo volví a escuchar me partí el culo de risa porque es verdad. América es Roma. (…) Todos nosotros somos hijos de Roma, para lo bueno y para lo malo”. Aunque él estaba pensando sobre todo en lo malo. Aquel soliloquio fue el tema central del disco, y lo tituló Caesar, una pieza cruda y conceptual, recitada sobre una base instrumental muy básica:
“El Imperio romano, la gloria de Roma / Salve, todos Salve / César, César, ten cuidado, ten cuidado, con los Idus de Marzo / ¿Quién es este hombre? César, no es más que un adivino / Es viejo y está aturdido, no le hagáis caso / Arrojadle a los leones”.



Aquella revelación inconsciente le hizo pensar en lo mucho que le había influido ese libro, que después quiso releer. Confiesa que le hizo reflexionar sobre la forma en que funciona la sociedad, sobre los mecanismos del poder y la corrupción a lo largo del tiempo. Aquel libro le llevó a pensar históricamente sobre la realidad que estaba viviendo, y criticando: “he ganado perspectiva”, escribió en su reseña.

Gibbon interpretó la decadencia de Roma desde la decadencia británica, y Pop lo retomó desde la decadencia americana. Que la rabia de un disco de 1993 encuentre inspiración en un libro del siglo XVIII sobre la antigüedad parece un juego surrealista. La manera en que se entrecruzan pasado y presente es inesperada y extraña.

Para leer más:
Pop, I., 1995, “Caesar lives”, Classics Ireland 2, 94-96.
Womersley, D., 2016, Routledge Guidebook to Gibbon’s History of the Decline and Fall of the Roman Empire, Routledge.

portadaTomás Aguilera Durán

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