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¡Roma vincit! La época dorada del peplum

El peplo, del latín peplum, es una antigua prenda de vestir, una túnica sin mangas ceñida a la cintura por un cinturón que portaban las mujeres en la antigua Grecia. Pero el término peplum ha llegado a nuestros días gracias a algo más moderno, el cine. Y es que el péplum es el género cinematográfico que aglutina aquellas películas históricas de aventuras ambientadas en la Antigüedad, especialmente en la Antigüedad clásica (Grecia y Roma), lo que tradicionalmente se ha conocido más como «cine de romanos» o «cine de espadas y sandalias».

La invención y aplicación de este término al mundo del cine se le atribuye al crítico francés Jacques Siclier, en un artículo que escribió en 1962 titulado L’âge du péplum, en el que usaba el nombre de esta prenda utilizada por los actores y actrices de estas películas para referirse a ese género fílmico en concreto.

Estas películas mezclaban en sus argumentos personajes y hechos más o menos históricos, pero también en ocasiones el rigor histórico se dejaba a un lado para contar las peripecias de personajes mitológicos como Hércules u Odiseo. La principal característica que identifica al género es el personaje principal, el héroe perfecto, sin defectos, que lucha por defender valores de justicia y libertad luchando contra aquellos que representan la tiranía. Hércules, Espartaco o, más recientemente, el general Decimo Meridio de Gladiator son buena muestra del personaje.

Inicio de una edad dorada

Aunque en Hollywood se habían grabado películas históricas ambientadas en la Antigüedad desde los años 20, al hablar de péplum se suele hacer más referencia a las películas rodadas a finales de la década de los 50 y la década de los 60, tanto en Hollywood como en Europa, especialmente en Italia. El nacimiento oficial del péplum se marca en la década de los años 50 en Italia, y sería a finales de esta década y especialmente la de los 60 cuando el péplum viviría una auténtica época dorada.

Las producciones italianas aprovecharon los enormes decorados que las producciones estadounidenses realizadas en estudios como Cinecittà, con películas como Quo vadis (1951). Como resultado de este aprovechamiento se produjeron en Italia durante esta década y la siguiente un sinfín de títulos que, junto con las producciones estadounidenses, conformaron la época dorada del péplum.

El comienzo de esta época dorada suele identificarse con la aparición en 1958 de la película italiana Hércules (Le fatiche di Ercole), dirigida por Pietro Francisci y protagonizada por el culturista Steve Reeves y la actriz Sylva Koscina. Los tres volverían a coincidir al año siguiente en la segunda parte, Hércules encadenado (Ercole e la regina di Lidia). Los estudios de Cinecittà se convirtieron en una auténtica ciudad de la Antigüedad, con templos y palacios de cartón piedra que serían reutilizados una y otra vez en un sinfín de películas que se produjeron a lo largo de los 60, la mayoría de ellas consideradas de serie B, pero entre las que se encuentran auténticas joyas del género, como El hijo de Espartaco (Il Figlio di Spartacus), protagonizada nuevamente por Steve Reeves o Escipión el Africano (Scipione detto anche l’Africano) protagonizada por Marcello Mastroianni.

                                     

La odisea hollywoodiense

No mucho más tarde las producciones de este tipo se extendieron a Hollywood, con un despliegue de presupuestos y medios que nunca antes se había visto en la industria. Todos los grandes directores del momento, desde Kubrick hasta Mann probaron suerte con el género.

Uno de los más madrugadores fue William Wyler, que en 1959 dirigió una de las películas más icónica de todos los tiempos y la más laureada (honor que comparte con Titanic y El señor de los anillos: el retorno del rey), Ben Hur. La película contó con un presupuesto de quince millones de dólares, un reparto de lujo encabezado por Charlton Heston, una de las escenas más famosas de la historia del cine (la carrera de cuadrigas) y el resultado fueron once premios Óscar.

En los 60 le seguirían otras muchas grandes producciones, la genial Espartaco (1960) de Stanley Kubrick (cuántas veces emitida en Semana Santa junto a Ben Hur) o la inabarcable La caída del Imperio romano de Anthony Mann, película plagada de estrellas (Alec Guinnes, Stephen Boyd, Sophia Loren, Omar Sharif o Cristopher Plummer entre otros), pero que se vio lastrada por su excesivo metraje y por las disputas entre director y productor.



El ocaso y ¿el renacimiento?

Hacia finales de los 60 y comienzos de los 70 la luminosidad del género se fue apagando. La gran abundancia de producciones que copiaban unos esquemas argumentativos muy similares terminaron por aborrecer el género, y las grandes producciones que se habían convertido tanto en éxitos de crítica como de taquilla dejaron de realizarse. Es cierto que a lo largo de los 70 y los 80 se siguieron realizando películas con esta temática, pero sin alcanzar la calidad de las anteriores.

Parecía que el péplum se había muerto y era ya algo del pasado, hasta que en el año 2000 apareció Ridley Scott con su película más galardonada, Gladiator. El film supuso una revitalización del género, que supo adaptar a los tiempos modernos las clásicas historias de los 60.

Gladiator fue el punto de partida para una nueva ola de películas como Troya, Alejandro Magno, 300 o Furia de Titanes entre otras, que han vuelto a darle un impulso al género.

Víctor Tirador

Redacción
Author: Redacción

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