La Taumaturgia es la capacidad para realizar maravillas, prodigios o hechos de carácter sobrenatural. Por tanto, sobrepasan la capacidad natural humana. De este modo, un individuo o, también, un objeto pueden ser considerados como taumatúrgicos. El origen del nombre es explícito al respecto, pues proviene del griego transliterado thaûma, milagro o maravilla, y de érgon, trabajo.
Habitualmente se ha considerado a determinado grupo de personas como aquellas capaces de realizar tales actos. Los mismos han sido: magos, chamanes o aquellos que han tenido algún tipo de posición destacada, ya sea a nivel religioso o político. En este segundo grupo entrarían los reyes o emperadores, destacando el caso de los romanos, o durante el cristianismo, los santos o las propias figuras de Jesucristo y la Virgen María. Por consiguiente, los objetos vinculados con este tipo de personas, como fueron las reliquias, tenían asumida la capacidad taumatúrgica. Así mismo, se deben incluir otra serie de objetos que podían ser empleados para llevar a cabo los rituales vinculados.
Origen histórico

La vinculación de la taumaturgia está íntimamente ligada a la magia en la Antigüedad. Se puede partir desde las diferentes culturas próximo-orientales o de la egipcia, pero va a tener un punto de desarrollo indiscutible en la magia del periodo helenístico, así como en las prácticas realizadas en Roma. Las invocaciones, los signos, encantamientos, amuletos, maldiciones, himnos, fórmulas o recetas, son un reflejo de la magia en el mundo antiguo. Por tanto, dentro del desarrollo mágico se va a presentar la figura del taumaturgo, que sin ser de creación helenística, sí recibirá una influencia ideológica para su comprensión desde la perspectiva de comprender las actividades sobrehumanas que realiza determinada persona.
Ya en época cristiana, gran cantidad de ideólogos o eruditos de las primitivas comunidades cristianas, van a ver a la propia figura de Jesús como un mago con esas capacidades taumatúrgicas, ya que realizará milagros, prodigios o maravillas que escapan al entendimiento racional y son muestra de su naturaleza divina o por encima de la humana. Con posterioridad, esas capacidades van a pasar tanto a su madre, María, como a los diferentes santos que van a copar la cúpula celeste cristiana. Corresponde a una cristianización de las prácticas mágicas, las cuales formaban parte de la vida cotidiana de los habitantes de la antigüedad, y que precisamente, en una sociedad como es la romana imperial, llegaba a todas las capas de la sociedad.
La pretensión a la hora de realizar dichas prácticas responderá a un intento de influir, ya sea a distancia o por contacto directo, sobre otros seres humanos o la naturaleza, e incluso sobre la propia muerte. De este modo, miles de personas buscaban conseguir a un ser amado, curarse de una enfermedad o aplacar a los espíritus del más allá mediante tales actos.
Los theioi Andres
Por tanto, para lograr tales resultados se recurría a alguno de estos “hombres divinos” (theioi andres, singular: Thêo aner), para que ellos mismos, mediante la imposición de manos o la elaboración de determinados rituales, pudiesen lograr tales actos. El tránsito a la vida cristiana llevó a la adecuación teológica e intelectual de esta idea, mediante la pretensión de estar en contacto con alguna parte física o algún objeto que formase parte de esos hombres de carácter extraordinario, lo que llevó a recurrir a las reliquias. En el caso de Jesús de Nazaret sí se observa un reflejo directo de los theioi andres, debido a la consideración de su propia naturaleza divina y su mayor poder de actuación “mágica” o sobrenatural.

Este punto presenta una vinculación directa con la teúrgia, que como práctica mágico-religiosa va a consistir en la invocación o atracción de dioses o seres sobrenaturales para lograr de ellos alguna pretensión, ya sea mediante beneficios o transacciones. Se logra atraerles, con la actuación ritual, para solicitarles su intervención. Dicho planteamiento, perfectamente integrado en la mentalidad religiosa pagana, es adaptado en el mundo cristiano a través de la reconfiguración ideológica y sincrética del politeísmo al universo monoteísta. Por consiguiente, se configura toda una serie de seres intermedios, como los ángeles, los santos o mártires, que van a interceder en favor de los seres humanos.
La adaptación está influida principalmente por corrientes como el neoplatonismo o el pitagorismo. Un ejemplo de “hombre divino” es Apolonio de Tiana (fallecido durante el reinado de Nerva, 96-98 d.C.), quien tendrá conexiones con los brahmanes o los sacerdotes egipcios. Sabemos acerca de su vida gracias a la biografía escrita por Filóstrato (170-249 d.C.), y alcanzó tal fama que el propio emperador Alejandro Severo le rindió culto privado. El mismo Filóstrato intentó, sin éxito, presentarle como un filósofo más que como un mago, aunque los propios hechos que narrará, como los milagros, resurrección de muertos, aplacamiento de epidemias, expulsión de demones, profecías, prácticas necrománticas o la capacidad de aparecer y desaparecer, ofrecen una imagen opuesta a la pretendida. Se mostraba a Apolonio como un filósofo-asceta basado en los ideales neopitagóricos. Su imagen alcanzó unos niveles que algún erudito, como Hieroclaes (quien fue gobernador provincial durante Diocleciano), llegó a considerarle, en su tratado Los amantes de la verdad, como superior en poder a Cristo. Así mismo, escritores neoplatónicos, como Porfirio (234-301/305 d.C.) o Jámblico (250-330 d.C.), escribirán sobre la vida de Pitágoras, presentándole como un prototipo claro de Thêos aner.
Porfirio, en su obra De regressu animae, va a secundar las ideas planteadas mediante la teúrgia en los Oracula Chaldaïca (Oráculos caldeos). Estos escritos del siglo II d.C. son desarrollados por Juliano el Caldeo y su hijo Juliano el Teurgo, considerado un mago, quienes mostraban en sus páginas como invocar a dioses y lograr tratos con ellos. Jámblico también mantendrá interés en la teúrgia, y partiendo del estudio de los oráculos caldeos desarrollará su tratado De mysteriis. Estas ideas son continuadas por Máximo de Efeso, discípulo de Jámblico, o por el propio emperador Juliano el Apóstata. Sabemos que las referencias llegarán hasta autores del siglo XI como Miguel Psellos. Incluso el neoplatónico Sinesio de Cirene (370-414 d.C.) desarrolla su tratado Sobre los sueños, donde plantea que las ensoñaciones son un escenario idóneo para encontrar a los dioses. El mismo autor con posterioridad se convertirá al cristianismo y llegará a ser obispo. No obstante, la teúrgia no fue aceptada por todos los neoplatónicos, como fue el caso de Eusebio de Mindo. Así mismo, los discípulos de Plotino (205-270 d.C.), el fundador del Neoplatonismo, van a desarrollar la multiplicación de estos seres intermedios, además de la búsqueda de la conexión y los encuentros con la mente universal suprema. Este último aspecto resultará fundamental en su adaptación cristiana para esa conexión con Dios, así como, posteriormente, con la Virgen y los santos.
Otros personajes que gozaron de la consideración como un Thêos aner fueron Alejandro de Abonuteichos o Peregrino Proteo, del mismo modo que algunos emperadores romanos, a los cuales la propaganda les vinculó con diversos actos milagrosos. Entre los regentes más destacados estaban: Augusto, Trajano, Adriano o Vespasiano, entre otros; y los casos atribuidos estuvieron relacionados básicamente con prodigios, sucesos sobrenaturales, la sanación de enfermos o el sometimiento de animales salvajes. Era una manera de presentar a los emperadores, además de su adscripción sacerdotal, como auténticos regentes taumaturgos, elevando así su propia figura. La naturaleza divina o próxima a la divinidad de los emperadores, quedaba manifestada con estas capacidades sobrehumanas.
Los tipos de Teúrgia
Pese a todo, no se debe considerar a la teúrgia como una simple continuación de la magia común, sino como una aplicación de la misma con un fin religioso que pretende una revelación divina. De hecho, uno de los recursos más habituales de la teúrgia correspondió a la adivinación, de la cual debemos hacer una división entre dos vertientes. La primera parte es la telestiké teúrgica, que corresponde a la consagración y animación de estatuas mágicas para lograr el desarrollo de oráculos, basándose en la relación natural entre las estatuas y las divinidades. Su origen se remonta a Egipto, aunque Juliano escribirá una obra con el título de Telestiká que sirve para su denominación. Dentro de esta práctica destacaría principalmente Máximo de Efeso, quien, según nos cuenta Eunapio, haría reír a una estatua de Hécate y las antorchas de la diosa se encenderían solas, para dar paso posteriormente a las profecías. La otra mitad de la división corresponde al empleo de un médium y sus trances. En ambos casos se trataría de la recepción de una divinidad, aunque en el primer caso relativo a un objeto inanimado y en el segundo a un ser viviente. Según Jámblico, no todas las personas podrían ser un médium, quedando reservado ese don a grupos de personas jóvenes y de clase más sencilla.

Durante el s. IV, debido al auge acontecido desde finales del siglo II d.C., la Iglesia tuvo una actitud ambigua con las prácticas mágicas relacionadas con la teúrgia; pues por un lado, consideraban su efectividad debido a que eran obra de demonios contrarios a Dios y a los hombres, pero por otro lado, consideraban necesaria su prohibición y se debía recurrir a la ascesis. A este respecto, el emperador Constantino promulgó un edicto que condenaba y castigaba las prácticas mágicas contra la salud de otras personas o con el fin de lograr enamoramientos, aunque aceptaba las que alejaban enfermedades de las personas o protegían los campos. Al mismo tiempo, ante la dificultad de luchar contra estas prácticas, se recurrió a la transformación de estas acciones a través del cristianismo. Por ejemplo como ocurrió en Penas, donde a los pies de una estatua de Cristo creció una palmera que será empleada en curaciones. También los clérigos fabricaban amuletos de protección, aunque serán definitivamente prohibidos tras el sínodo de Laodicea (363-364 d.C.). Por supuesto, no podemos olvidar como en la mayoría de referencias vinculadas con santos, todos ellos podían realizar prodigios y milagros, algo que llevó a que durante el culto a los mismos (así como de los mártires), a partir del siglo II d.C. se les asociara a prácticas mágicas y se recurriese a las reliquias para solventar determinadas vicisitudes.
De tal manera que observamos una perpetuación de conductas mágicas, adaptadas y transformadas a las nuevas realidades, del mismo modo que hoy en día siguen presentes en nuestra sociedad. Pero tanto la taumaturgia como la teúrgia, muestran desde la perspectiva de la Antigüedad la necesidad de modificar los sucesos, buscar la ayuda y manipulación de las divinidades (aspecto éste intrínsecamente relacionado con la mentalidad religiosa antigua), y adscribir a determinadas personas una serie de capacidades que van más allá de lo puramente humano. Esta última cuestión, sirvió para establecer una posición de poder, tanto religioso como político, a sacerdotes, filósofos/hombres divinos y reyes/emperadores, y llegó a mantenerse tras el final de imperio romano de Occidente, siendo continuado por parte de la Iglesia católica y de los reyes medievales. En definitiva, ambos elementos analizados corresponden a una interacción por parte de los seres humanos con espacios divinos y sobrenaturales para lograr sus intereses, y donde el poder siempre será un reflejo y tendrá su escenario.
3 Comments
Nayade
Excelente, me inspira mucho el conocimiento y de hecho aclaro algunas dudas que tente al respecto…
Redacción
¡Nos alegramos por ello!
Marcos Alberto Prochnow
Saudações,
Sou brasileiro. No Brasil temos o estado do Acre, que faz limite com o estado do Amazonas, e lá existe uma cidadezinha cujo nome é “Marechal Taumaturgo”. Busquei saber sobre Taumaturgia e Teurgia justamente para avaliar a diferença e poder conceituá-las de forma simples. Um texto bem elucidativo.