Patrimonio cultural en disputa: una vieja polémica muy actual
Hace algunos años, al escuchar la expresión restitución o repatriación de bienes culturales, solíamos pensar únicamente en la que ya es una vieja (pero no por ello agotada) reivindicación: el regreso de los mármoles del Partenón, conocidos en el ámbito anglosajón como los mármoles de Elgin en alusión a Thomas Bruce, séptimo conde de Elgin, y responsable de la llegada de estas esculturas griegas obra de Fidias y su taller a Londres en los primeros años del siglo XIX. Sin embargo, en los últimos tiempos, es frecuente la aparición en prensa, tanto nacional como internacional, de numerosas noticias relativas a bienes culturales que son demandados por diversos países, comunidades o particulares.
Así, entre las últimas noticias publicadas encontramos la aparecida en Verne en marzo de este año, El mapa del expolio colonial en los museos europeos, una noticia que, con motivo de las recientes decisiones tomadas por Francia y Holanda sobre la restitución de diversos bienes culturales, hacía un repaso por algunas de las peticiones de restitución realizadas por países como Angola, Colombia o Turquía a museos europeos. Entre los bienes incluidos en esta noticia, además de los ya citados mármoles del Partenón, se encuentran el busto de Nefertiti, hoy en el Neues Museum de Berlín, o el tesoro de los Quimbaya del Museo de América.
Y en fechas similares también apareció en prensa el anuncio de que Chile y Noruega habían firmado un acuerdo para restituir al primer país diversas piezas arqueológicas procedentes de la isla de Pascua o la devolución de varias pinturas a sus dueños, expoliadas por los nazis.

Un discurso en Burkina Faso
El acicate para todo este movimiento de repatriaciones entre los países europeos ha sido sin duda el discurso del presidente francés Emmanuel Macron en la Universidad de Uagadugú, capital de Burkina Faso, que tuvo lugar el 28 de noviembre de 2017. En él, al hablar de la importancia de la cultura, indicaba que no podía aceptar que gran parte del patrimonio cultural africano se encontrase en Francia y que debía volver a su lugar de origen, dando un plazo de cinco años para establecer las condiciones necesarias para el retorno, temporal o permanente, de esos bienes culturales.
Argumentos contrarios a las restituciones
Si bien es incuestionable la relación entre el patrimonio cultural y las ideas de identidad, memoria e historia de una comunidad (recordemos el reciente incendio de la catedral de Notre Dame de París, que posee unas connotaciones que van mucho más allá de ser un templo cristiano), las peticiones de restitución, la mayoría de las veces planteadas por países que en su pasado han estado ligados a un contexto colonial, no siempre encuentran apoyo entre instituciones y expertos.
Tal como recuerda Francisca Hernández en su libro Reflexiones museológicas desde los márgenes, en marzo de 1978 tuvo lugar la conferencia de Dakar, dedicada precisamente a la restitución y retorno de bienes culturales. En ella se establecieron varios argumentos en contra de estas restituciones que todavía hoy son esgrimidos por aquellos que se muestran contrarios al regreso de este patrimonio.
Así, suele argumentarse que las piezas demandadas no contarían con las condiciones ambientales y de seguridad necesarias en los museos de aquellos países que las reclaman, generalmente pertenecientes al denominado tercer mundo. Por otra parte, se argumenta que gracias a que esas piezas se encuentran en museos occidentales, pueden ser apreciadas y conocidas por un mayor número de personas que si se encontrasen dispersas en sus países de origen. Vinculada a este argumento se encuentra la idea de que, precisamente porque estas obras llegaron a Europa comenzaron a ser objeto de estudio, habiendo permanecido en el olvido y quizá destruidas de no haber sido trasladadas. Finalmente, se plantea la imposibilidad de su restitución basándose en argumentos jurídicos, dado el carácter inalienable e imprescriptible de estos bienes, propiedad del Estado.
Sea como fuere, en las últimas décadas, ante las demandas de restitución, reales o hipotéticas, se han planteado diferentes soluciones que no siempre pasan por la devolución definitiva de los bienes. Por ejemplo, una de las más habituales consiste en el establecimiento de acuerdos bilaterales entre dos países para préstamos de larga duración o depósitos, de manera que el país que posee en la actualidad esas piezas no perdería en ningún caso la propiedad sobre ellos, si bien podrían exhibirse en el país de origen. También es frecuente que se propongan proyectos de investigación conjuntos o intercambios de piezas.
Algunos ejemplos españoles de patrimonio cultural
En el caso español, al hablar de peticiones de restitución, el ejemplo más conocido lo constituye el denominado tesoro de los Quimbayas. Si bien desde España no parecemos percibir por completo el debate existente en torno a este conjunto de piezas de oro y tumbaga de los siglos V a VI d. C., custodiado en el Museo de América de Madrid, lo cierto es que en los últimos años ha estado presente en la prensa latinoamericana en general y colombiana en particular, con titulares como Al rescate del Quimbaya (www.semana.com, 21/10/2017) o Así está el tesoro Quimbaya en Madrid que Colombia debe reclamar (www.eltiempo.com, 26/10/2017).

El tesoro de los Quimbaya fue descubierto por un grupo de expoliadores de tumbas o huaqueros en 1890 en Filandia (Colombia). El Gobierno colombiano lo adquirió un año después a unos intermediarios que a su vez lo habrían comprado a sus descubridores iniciales. Otro año después, en 1892, el conjunto (si bien constituyendo sólo una pequeña parte de lo que inicialmente se encontró en 1890) marchó a España y fue entregado a la reina María Cristina a modo de agradecimiento por haber mediado en un conflicto territorial entre Colombia y Venezuela. La reina lo entregaría al Museo Arqueológico Nacional, pasando a integrar la colección fundacional del Museo de América en 1941, año de su creación, si bien no se expondría en su actual sede hasta los años 60.
El tesoro, por tanto, llegó a España y se integró en las colecciones del Museo Arqueológico Nacional primero y del Museo de América después de manera legal, mediante la fórmula del regalo institucional de un gobierno a otro. Sin embargo, la polémica subsiste y ello ha motivado que, por ejemplo, el propio Museo de América haya redactado un decálogo en Wikipedia bajo el título de Diez grandes errores divulgados en torno al Tesoro de los Quimbaya, con el fin de ofrecer argumentos a ideas que han tenido gran difusión y calado en internet.
En el tintero de las demandas de restitución dejamos otros casos que con cierta frecuencia aparecen en nuestra prensa: la pintura de Camille Pissarro Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, en la actualidad en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid, pero vendido durante la Segunda Guerra Mundial por su propietaria a un marchante de arte afín al partido nazi, o incluso la Dama de Elche, cuya devolución a esta localidad alicantina suele figurar en el programa de algunos partidos políticos y recientemente volvió a aparecer en prensa debido a la hipótesis planteada por una estudiante de Derecho en torno a su venta (según la autora irregular) tras ser descubierta en 1897.
Mucho más que piezas de museo
Sin embargo, la polémica no gira únicamente en torno a piezas artísticas o arqueológicas, sino también a restos humanos conservados en los museos (expuestos o no) que también, especialmente en las últimas décadas, han sido objeto de debate y diferentes iniciativas.
En torno a los restos humanos se plantea no sólo la problemática de su manera de adquisición (especialmente en el caso de restos que datan de los últimos doscientos años), sino también la conveniencia y forma de exposición, cuestionándose así su consideración como simples piezas de museo. Un ejemplo paradigmático lo constituye la exposición itinerante Bodies: The Exhibition que, como indica su nombre, muestra cuerpos humanos disecados en diferentes posturas con el fin de mostrar diversos aspectos de la anatomía humana. Sin embargo, dejando de lado su pretensión didáctica, la exposición ha estado siempre acompañada de polémica debido al origen poco claro de los restos humanos expuestos e incluso a la manera de exponerlos.
Con un carácter mucho menos mediático, en las últimas décadas han sido frecuentes las iniciativas encaminadas a la restitución de restos humanos a sus comunidades de origen, generalmente con la intención de darles sepultura siguiendo las costumbres y creencias de sus respectivas culturas. Es especialmente Estados Unidos el país que más ha trabajado en este tema en relación con restos vinculados a los nativos americanos, si bien existen otros casos de devolución de restos humanos. Francia, por ejemplo, decidió devolver en 2010 varias cabezas tatuadas de maoríes a Nueva Zelanda, cuya presencia en museos galos estaba vinculada al colonialismo europeo.
Naturalmente, al igual que se plantean argumentos de tipo técnico o científico en contra de estas restituciones, que en la mayor parte de los casos terminan en inhumaciones, suele esgrimirse contra esta práctica que la devolución de estos restos impide posteriores estudios de estos «materiales», que podrían aportar información de interés para el mundo científico.
En cuanto al caso español, tres son los casos que nos gustaría destacar, si bien existen otros que podrían enmarcarse en este debate.

Negro de Bañolas (2002). Se trata del caso más célebre en España de repatriación y reinhumación, retrotrayéndose sus orígenes hasta la primera mitad del siglo XIX, cuando el cuerpo de este hombre africano fue desenterrado, disecado y llevado a Francia para acabar a comienzos del siglo XX en un museo de Bañolas (Gerona), donde permaneció hasta el año 2000. Sin embargo, desde 1997 el cuerpo del conocido como Negro de Bañolas ya estaba fuera de la vista del público, puesto que fue retirado de la exposición del museo donde se encontraba a raíz de diversas peticiones tanto de dentro como fuera de España. Por su parte, numerosos ciudadanos de Bañolas recogieron firmas para evitar la repatriación del cadáver. Finalmente, los restos originales del Negro de Bañolas (su cráneo y algunos huesos), fueron enviados a Botsuana, de donde se creía originario, siendo enterrados allí. Sin embargo, recientemente la prensa se ha hecho eco de la investigación de un autor holandés, Frank Westerman, que mantiene que el cuerpo procedía en realidad de la actual Sudáfrica y no de Botsuana.
Necrópolis de judíos en Valencia (1996). Un caso relativamente reciente, que ilustra bien el en ocasiones difícil equilibrio entre investigación arqueológica y respeto a las creencias religiosas de una comunidad, es el de la necrópolis medieval de Valencia. En esta ocasión, la Comunidad Judía de Valencia solicitó la paralización de las labores de excavación que estaban teniendo lugar en la necrópolis judía situada en la calle Doctor Romagosa. Esta petición fue secundada posteriormente no sólo por otras asociaciones judías, sino también, incluso, por la Embajada de Israel en España y las administraciones central, autonómica y local, que expresaron la necesidad de llegar a un acuerdo. Sin embargo, se decidió finalmente volver a enterrar la totalidad de los restos humanos, esta vez en el cementerio judío de Barcelona, sin realizarse con ellos ningún tipo de investigación o análisis. Una decisión que, una vez más, abre el debate sobre la conveniencia de restituir este tipo de materiales sensibles a sus comunidades de origen (aun cuando se trate de restos humanos separados por varios siglos de sus presentes demandantes) frente a la investigación científica y su posible exposición en museos.
Sobre patrimonio cultural | Museo de CádizMuseo de Cádiz. Prueba de la actualidad del debate, que trasciende ya el ámbito académico, es que en octubre de 2018 el Museo de Cádiz anunció en su cuenta de Twitter que habían decidido retirar a los almacenes por «motivos éticos, museográficos y de conservación» un esqueleto expuesto durante años en una sala dedicada al mundo funerario. Diferentes usuarios comentaron la noticia, mostrándose tanto a favor como en contra de la acción, llegando a indicar el museo a uno de estos usuarios que «cada museo es un mundo, pero la tendencia museográfica es que si no aporta no es necesario», precisando que la misma acción no habría sido llevada a cabo en el caso de sus dos únicos cromañones, los únicos aparecidos en Andalucía.
Hasta aquí este breve recorrido por el que será sin duda uno de los grandes debates de la museología de las próximas décadas. Un debate en el que no caben las respuestas categóricas y que no puede abordarse únicamente desde una perspectiva jurídica, sino también ética, y que se inserta en un cambio de paradigma cultural mucho más amplio que la propia historia de los museos occidentales y la formación y avatares de sus colecciones.
Alegra García García (Los Laberintos del Arte)
Bibliografía sobre patrimonio cultural:
- HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, F. (2018). Reflexiones museológicas desde los márgenes. Gijón: Trea.
- JENKINS, T. (2018). Keeping their Marbles. Oxford: Oxford University Press.
- JIMÉNEZ, J. L. y MATA, C. (2001). Creencias religiosas versus gestión del patrimonio arqueológico: el caso del cementerio judío de Valencia. Trabajos de Prehistoria. 58(2), 27-40.
Webgrafía:
- Dibujo de James Stephanoff
- Discurso de Emmanuel Macron en Uagadugú
- El Negro de Bañolas en una ilustración de 1888
- Tesoro de los Quimbaya
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