Bellona o Belona era la diosa romana de la guerra, motivo por el cual esta se asociaba a Marte, apareciendo en las diferentes versiones mitológicas, o como hermana, o bien esposa del dios. Así mismo, si Marte se relaciona con su equivalente griego Ares, Bellona lo será de Enio, antigua divinidad griega que se representaba cubierta de sangre y portando armas, además de ser la acompañante de Ares, como se indica en la Iliada (V, 592).


El origen de Bellona es remoto, de hecho se ha considerado que fuese una de las deidades más antiguas y de posible origen etrusco o, al menos, autóctono de la región lacial. En efecto, este hecho indicaría que sería una deidad original vinculada a la guerra y que de manera ya primitiva se aproximaría a Marte, otro dios de origen primitivo. El propio nombre de Bellona marcaría esta cuestión, ya que se relaciona con bellum, guerra en latín, y de donde provienen nuestros actuales términos como «bélico» o «beligerante». En origen, su nombre pudo ser Duellona, que evolucionaría al posterior.

Por consiguiente, no era de extrañar que de modo tradicional se representara con casco, coraza, escudo, armas (espada y/o lanza), así como una antorcha y, además, conduciendo en ocasiones un carro, el cual está vinculado al mito de la preparación del carro de guerra de Marte, junto a Eris (discordia), Fige (huida) y Fobos (terror). En la mayoría de los casos aparece, o bien con el caso puesto sobre su cabeza, o con el pelo suelto y despeinado. De igual modo, las reuniones extraordinarias del Senado vinculadas a guerras en el exterior, la presencia de embajadas extranjeras, diálogos con no aliados, los generales que iban a partir o regresaban de un conflicto, así como la despedida de procónsules destinados a alguna provincia se realizaron en su templo (Templum Bellonae), establecido en el Campo de Marte (aquí se demuestra una clara conexión con esta divinidad), cerca del templo de Apolo Sosiano (que presentaba vinculaciones médicas, lo que demostraría la conexión entre enfermedades y la guerra) y fuera del pomerium, el límite sagrado de la ciudad, lo cual es lógico ante las actuaciones que se realizaban en su espacio. Dentro del recinto sagrado y de los restantes espacios templarios repartidos por todo el territorio romano, los sacerdotes de Bellona, conocidos como belonarios (Bellonarii), se encargaban del culto a la divinidad, aunque su veneración no se reducía única y exclusivamente a un edificio, ya que existieron procesiones o manifestaciones votivas que nos permiten ver su expansión geográfica.
Expansión del culto a la divinidad
Bellona como divinidad romana presentó una importancia relativa, ya que durante algunos periodos estuvo a la sombra de Marte. No obstante, la vinculación con algunas divinidades extranjeras en cada uno de los territorios conquistados favoreció su éxito en regiones concretas. Por ejemplo, en Grecia gozó de gran predicamento al existir esa relación inicial con Enio, y que con posterioridad fue mantenido por el interés romano en esa vinculación, como muestra Virgilio en su Eneida (VII, 700-703), donde se indica la referencia de la presencia de la diosa Bellona en el escudo del héroe Eneas.
El otro gran momento de cambio vino con el sincretismo con la divinidad de origen oriental, en concreto de Capadocia de la diosa Mâ, cuya gran extensión se produjo durante la época imperial, pero ya presente a finales de la República. De este modo se denominará a la diosa como Mâ-Bellona. Precisamente destacó la relación con Sila, quien la veneraba.

Entre su espacio de expansión cabe destacar que esta divinidad alcanzó gran popularidad en la península ibérica, en concreto en la provincia de Lusitania, donde aparecieron una serie de epígrafes, la mayoría en el entorno de Trujillo (Cáceres, Extremadura), con la denominación sincretizada de la divinidad. Con bastantes posibilidades el culto a Mâ-Bellona se introdujo en Hispania por las legiones de Cecilio Metello, entre el 80-79 a. C., y quienes venían de la zona oriental mediterránea de luchar contra Mitrídates del Ponto, bajo las órdenes de Sila. De este modo, los soldados pudieron haber entrado en contacto con algunas religiones orientales, entre ellas la de Mâ, quien ganaría adeptos precisamente por la conexión bélica. Si a este aspecto añadimos el profundo vínculo entre Sila y la diosa, la relación parece clara. Precisamente está demostrada la expansión de las religiones orientales gracias a las legiones romanas, quienes servirían de vehículo transmisor. Por consiguiente, del asentamiento en Castra Caecilia (cerca de la actual Cáceres) de la legión de Quinto Cecilio Metello, algunos soldados licenciados se pudieron trasladar y asentar en Trujillo (Turgalium) o su entorno, lo que explicaría la presencia de estos epígrafes. De igual manera, la posible existencia de otra divinidad local con características parecidas facilitaría la adaptatio romana de un culto preexistente al nuevo vinculado a Mâ-Bellona.
El éxito de Mâ-Bellona a lo largo del territorio del Imperio fue el éxito de un culto bélico unido a la expansión militar imperial que se produciría con el nuevo sistema. Aunque no será aislado, sino fruto del contexto general del desarrollo de los cultos orientales y mistéricos a lo largo del periodo imperial.
Características del culto de Mâ-Bellona
El culto a Bellona o Mâ-Bellona compartirá con otros cultos orientales no solamente el modelo expansionista, sino también determinadas estructuras ceremoniales, eso sí, con características propias. Precisamente, la presencia de aullidos y flagelaciones en el culto ceremonial de Mâ-Bellona fue un rasgo de propagación de las religiones vinculadas con el mundo oriental. Ahora bien, un rasgo distintivo de entre los seguidores de Mâ-Bellona era que llevaban el pelo largo tanto hombres como mujeres.
Ya citamos a los belonarios, quienes se encargaron del desarrollo del culto y cuya importancia se extendía también al tener prerrogativas sobre acuerdos diplomáticos para evitar enfrentamientos, precisamente vinculados a las reuniones senatoriales sobre conflictos internacionales.

Para ser incluido en el sacerdocio de Bellona, los aspirantes debían hacerse una incisión en el brazo como señal y ofrenda a la divinidad; es decir, un pago de sangre, como reflejo de su naturaleza sanguinaria. Durante las fiestas dedicadas a la divinidad (el 3 de junio), los belonarios se infligían heridas en brazos, piernas y realizaban un sacrificio de sangre. De igual modo, se celebraba una procesión donde espadas o cuchillos largos en mano iban realizando sacrificios de sangre, según avanzaban por las calles romanas. Al finalizar la procesión, el pueblo se aproximaba a ellos para que les predijesen el futuro, al considerarles individuos con ese don. Así mismo, el culto tenía características orgiásticas, junto al derramamiento de sangre; si bien, la realidad presenta una divinidad con un componente menos salvaje al que podría presuponerse y vinculada no solamente al combate en sí, precisamente por esa relación con los acuerdos diplomáticos. Entre sus características estará la intervención en los procesos previos y posteriores a la guerra, confiriéndole un alejamiento de la figura de Marte; es decir, su actuación como diosa afecta a aspectos más distantes que los exclusivos al combate. En concreto, frente al templo de la diosa se encontraba la Columna Bellica, que formaba parte de la ceremonia de declaración de guerra al enemigo al lanzar una jabalina desde Roma hacia territorio hostil, representado con el tiempo en un pequeño espacio en el área del Circo Flaminio, propiedad de un prisionero extranjero, ante la distancia excesiva entre Roma y los territorios conquistados. El origen de la costumbre surgió con el general Appio Claudio Cieco durante la tercera guerra samnita (298-290 a. C.) en relación con una promesa a la divinidad.
Por estas razones Bellona tuvo tanto éxito entre el ejército romano, hasta la irrupción de Mitra, por su intervención en los designios de la guerra. La presencia de Bellona se fue dispersando poco a poco con el avance de otros cultos y, sobre todo, con la prohibición del paganismo. Bellona quedará en los siglos posteriores en el imaginario de artistas y eruditos, sirviendo de referencia para la inspiración artística de autores plásticos y literarios como Shakespeare, Rameau, Rembrandt, Rodin, Rude o Johann Baptist Straub, convirtiéndose en símbolo de feminidad y fuerza, vinculada a personalidades femeninas de cada periodo (Marie de Medici como Bellona según Rubens) o personificando el valor, el honor o incluso la bravura y resistencia de las tropas frente al invasor (como en la propaganda austriaca frente a Turquía en la guerra de los Treinta Años) manteniendo referencias bélicas o guerreras, pero orientada a una nueva visión interpretativa.
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Tomas
Es excelente y de utilidad para mi trabajo.